El salto transcapó


"En verdad, tambien yo aprendí a aguardar, y mucho; pero solo a aguardarme a mi mismo. Y aprendi a estar de pie y a caminar, a correr y a saltar, a trepar y bailar por encima de todas las cosas.
Pues mi doctrina es esta: quien quiera aprender a volar algún día, tiene que aprender antes a tenerse en pie, a caminar, a correr, a saltar, a trepar, y a bailar, ¡volar no es algo que se aprenda al vuelo!"



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La ironiria destruye "la" realidad. No puede creer, pero vive. No es inquieta, es movediza; no es secreta, solo la ilusión de ser incomprensible o intransmitible simbolicamente. Sin embargo es un acontecimiento, un aerolito saltando del peñazco, cambia de intensida pero nos lleva a la convalescencia, incontenible lagrisa de la gaya ciencia. Y aunque parezca nuestra propia patología, es algo que encontramos en los resquicios, ahí afuera en una deriva: los resultados de la aplicación psicogeográfica del bonovianismo en la práctica magica (k) de la deriva, el contacto con el situacionismo pimpolló en arboles frutales en medio de la calle, manzanas enteras engusanadas con jardines en las terrazas. El engusanamiento abre puertas en paredes que parcelaban terrenos, es desterritorialización molecular: uno se puede partir y seguir viviendo, en eso somos gusanos hermafroditas. "El sueño se alza sobre la realidad y se realiza en ella" nos decía Chtcheglov en el texto que funda la psicogeografía. Esto es a la vez en la ironiria como una doble muerte de la realidad y el sueño, es haber transitado la alucinación sin regresar, es un cambio en el punto de encaje. De ir a la nada y volver, ahora extraemos el gran desprecio. Cuánto debemos aún nostros desender a las alcantarillas, revolver la mierda, ser ratas rizomáticas infra-actores poniendole sangre al teatro insurrecto. Es en la ciudad que nosotros desplegamos nuestro baile vagueante descarrilado, baile de alas de pichones (niño-pajaro). Nos preguntabamos con Toto qué sería caminar por la selva, en una deriva experimental entre bichos civiizados (peatones), y cuatríruedos inflamados: a estos últimos oponemos nuestro vaguéo. El baile bonoviano enfrenta los autos, expresa su fuerza con patadas al aire, ve zebras por todas partes, ni calle ni vereda. Nuevos recorridos de obstáculos hasta que alumbremos, la chispa ironírica. Fríos como serpientes nos arrastramos, vamos con el aguilucho.


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No evolución ascendente, cambios. Unir la mutación al paso de los bichos en el tiempo es ver la posibilidad de monstruosidad que rebalsa por todas partes. Un bicho violento: cuatríruedo inflamado petrolero, protesis tecnocivilizada privatizadora del espacio. Nuestro baile, el vagueo, quiere aprender de los pájaros, su musica percusiona la calle. Vagueando dejamos de ser peatones inseguros. Ante el titubeo los autos pisan el acelerador amedrentando; nosotros seguimos caminando sin apurar, cual locos sin problema de ensangrentar un parabrisas. Nuestra mirada es una flecha (jugamos lo suficiente con animales como para ver signos sin palabras, pupilas abismales hundiendonos en deseos) y guerréa a los ojos que tiene acoplado el auto: a menudo encontramos odio, resentimiento, ansias de pisar despues de ser pisado en el trabajo, apuro de zombie, humo de descompresión. No hay duda que en el conductor descarga su debilidad con el poder del volante, pero eso es sólo un síntoma del cancer civilizatorio, etiológicamente hablando rastreado en la industrialización donde comenzó. Así como el agua valetdinaria de nuestros grífos, el rocío que hacia el ocaso infesta el aire de glifosato que fué vertido sobre la profundidad del campo sojizado, comida de granjas industriales que abarrotan vidas animales, desforestaciónes que nos inundan. Pero nosotros somos un nuevo monstruo salvaje, nestras patadas del desprecio tienen tres alas, el salto transcapó es la toma par exelence del vagueo (baile pero también arte marcial), tiene todo un procedimiento de movimientos iconoclastas. Buscamos rivales a desafiar, para saltar sobre su acelerada con una corta carrera desde el cordon y pisar su trompa con el peso volador del cuerpo independente (en pos de percusionar el capo con unn latigazo piernal en el momento nodal del cruce). En esto es importante saber de polirritmia diferencialmente. El enojo del conductor es la delicia del vagueante bonoviano.

1 comment:

daniel said...

Gracias por tu comentario. Intenté buscar tu perfil en tu blog pero no dí con él, lo que deseaba era enviarte un mail y no un comentario. Pero bueno, la idea de fondo era agradecerte por darte el tiempo de leer y luego comentarme lo que he escrito.
Si bien yo ya no patino como antes (con suerte saco el skate un par de ocasiones al año) el juguete aquel nos da y enseña muchas cosas... al parecer nos han sucedido cosas parecidas.
Un abrazo y suerte con tu lesión.