Escuchar como araña

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Esta música está tejida, nos ocupamos de dejar fuertemente atada sus partes, pero aún así es elastica y fluye de una línea por nuestro culo. La prueba es sentarse en una calle transitada con los ojos totalmente cerrados. Después de un momento los sonidos comienzan a ser visualizados en un plano imaginado pero no siendo esto una abstracción de la audición. La sinestesia nos podría hacer creer que hay una preponderancia en la visión, pero nadie dice que los sonidos no generen imágenes, o que todas las imágenes sean visuales. Llevando a cabo esto podemos llegar a sentir que los límites del cuerpo terminan más alla de la piel, justo por alla donde sentimos una presencia sonora que nos toca una parte. La araña con sus patas sobre la tela siente cada una de sus líneas como su propia extensión. Una telaraña puede ser más peligrosa que un laberinto. Es una analogía de proporcionalidad escuchar como araña y ver como murciélago. Más que una homología, es nuestro cuerpo deviniendo animal, no asemejandose. Movimiento del ritmo que nos mimetiza en insecto.
Comprendemos aquello que se pretende encerrar como “esencia” de un “estilo musical” (generalizando) y que no es más que una modulación del sonido y la imagen (sí ahora se escucha mucho por los ojos) pero le objeto que hace ignorar la particularidad de la “banda”. En pos de esta particularidad que hace a cada esquizo-musico algo singular hemos construido un nuevo plano tejido con otras referencias, conectando partes que no parecían predeterminadas, el acento se va por un momento pero siempre estubo aquí irregular, levemente conexo, híbrido sonoro de la ignorancia musical, volviendo a no hacer exactamente lo mismo, despreocupado de perderse en la singularidad de siempre la primera vez, de nunca el final, no saber de finales, formarse y funcionar a la vez.. Mezclando codigos, o pasando por alto algunos, parodiando otros, inventando nudos asimétricos. Muecas de caras simulantes que se le escapan a algunos jugadores, quienes reintroducen sus propias dislocaciones de humor, leves amnesias que agregan un sinsentido caosmósico a la vez que un nuevo sentido de superficie.
Aprovechamos el momento de desgaste, la decadencia para incorporar el error. La música como flujo es irrepetible azahar, repeticón de un compás que envuelve superficialmente una polirritmia heterogénea. Una canción así no sería dos veces igual. Da vueltas y rulos solo en apariencia cíclicos, necesitamos olvidar para nacer de nuevo al retornar y ser diferentes. “Es la diferencia la que es rítmica, y no la repetición, que sin embargo, la produce” (El ritornelo, en Mil Mesetas). El ritmo mezcla ordenes diferentes, dos medios, así como lo hace el caos (“la suma de todos los ordenes”) No hablamos de comunicación sino de resonancias, y también incorporamos la disonancia, nos disociamos.

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