Chispazo

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Se enciende la letra. No funcionaría si no pusiésemos nuestra sangre. Justamente nos importa cómo funciona, y funcionamos a la vez que nos formamos; por eso nuestra irregularidad. Nosotros no somos personas, por eso nos preocupamos tanto al decir esa palabra: NOSOTROS. Muchos tienden a incluirse en algo que les chupa la vida, algo en donde son zombies o andrajos de rebaño. Nosotros sabemos que nadie es uno. Decir YO muestra más una intensidad singular que una unidad personal. Cuando digo yo (hablo en nombre propio) muestro por donde paso, como devengo, y justo ahí dejo lo que soy. “El esquizo no tiene principios, no es él más que siendo otra cosa”.
Soy Gerardo. Ya varios me repetían la pregunta: ¿Quién es Gerardo?. Extraño alguien recreado, auto-parido. Alguien que se encuentra en un cuerpo que era nombrado diferente. Sin embargo me diferencia el poder irme para verlos. ¿Quién soy? Aquél que dice ellos. Somos varios, miles en este cuerpo, ya no sabemos cual es el límite de la piel, adentro y afuera no tiene sentido. Pero los demás se incluyen, mi disyunción exclusiva consiste en poder verlos (soy el más voyeurista). No me escondo, pero no me ven. Mi parodia es la más acida descomponedora, desarmadora de máquinas. Sólo puedo ver pedazos. Así que sólo hablo por mi, pero tengo algo de todos. Moléculas, microfísica, todos en un cuerpo sin órganos desarmado en el límite, el nagual. Y lo que veo correr y fluir es la música del deseo que nos mezcla, que nos muestra lo impersonal: no hay unidad individual, el deseo pasa por los instrumentos, máquinas, dedos, esfinters, aire, orejas, dispersos y fluctuantes.
¿Cómo podríamos cambiar sin equivocarnos? Fallar es parte de nuestro proceso. Este fallo en el que nos formamos es una “esquizogénesis generalizada” nos transmuta por contagio epidémico. La benzodiacepina solo nos zombifica en los psiquiatricos. Muchas cosas se le escapan a los médicos mentales. La enfermedad nos curará. Allá los freudianos, el inconsciente molecular es huérfano, no tenemos sexo humano. Hermafroditas como gusanos, más específicamente BONOVIANOS. Nada de antropomorfismo sexual, “siempre hacemos el amor con mundos”.

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Mi nombre es Gerardo Antonio Mangulo, mecánico esquizo-analista. Lo que cuento es una experiencia, entendible sólo por los que pasan por la ironiria. Y para saber qué quiere decir esto hay que empantanarse en la poesía de bonovo. En los libros y estudios paleontológicos (humanos, demasiado humanos) aparecerán las dos b largas: bonobo. Una sociedad de monos matriarcales con prácticas en comunidad orgiástica. La teoría bonoviana toma la imagen de estos monos (no monogámicos) en sus prácticas y experimentaciones. Este es mi intento por introducirlos, lo que no quiere decir que nos gusta ser entendidos por todos. No por aristócratas, sino porque no podemos hablar de otra manera. Hablamos a quienes compartan nuestra carcajaja, la risotragia. Hay inmanencia en nuestro actuar, tenemos muchas máscaras y no hay nada detrás de ellas; por eso hablo de todos los cuerpos que tengo: cuando encuentro un amigo hacemos un cuerpo nuevo, podrán ver que las bandas gestan cuerpos en los que podemos al fin decir nosotros. Aún así la unidad es relativa. Cuántos bichos, bacterias, enzimas y miles de relaciones microfísicas tienen lugar en nuestro(s) cuerpo(s) sin una unidad en la voluntad. Cómo fluctúa esta voluntad, las relaciones moviles de poder inevitables en una banda hacen que el “cerebro” no sea más que un instrumento descentralizado, una vil parodia marionetica de superficie. Por eso nos disociamos hasta las partículas y vemos emerger la iniciativa aestructural aún en las jerarquías más endurecidas. Es más, termina siendo esto lo que ajusta las tuercas flojas de los mecanismos piramidales, al mismo tiempo que hace vivir otra historia. Un bosque no viviría sin los bichos, así como la ciudad necesita emplear tantos zombies. Pero los insectos juegan algo que vale la pena. La basura existe desde la civilización (ella misma es la basura). “Como el asfalto no es pacha mama” dijo un amigo.
No tenemos princípios más que la flexibilidad que nos abre paso de las catacumbas a las cumbres pajarescas. La fluidificación es el lento estiramiento que nos da velocidades ironiricas; por eso tampoco nada sabemos de finales, siempre transcodificandonos, transitando el medio, salteando uno a otro por el caos.

3 comments:

Carolainnn said...

Masturbarse con las palabras.
O no
...
.
.
.
¿?

Joel said...

y al poner la sangre en las letras
te dejas llevar
no se duda
de que ahi no hay mas que ese caos
que en tus palabras cobra un sentido
el no-sentido bonoviano?
y yo quede en otra dimension
quizas mas personalizada(con todo lo malo que ello acarrea) pero poco particular que ya conoces de a ratos, de a siluetas.
y sin embargo, porque por suerte no hay nada para embargar, hay buenos traficos entre usted y yo, mi amigo.

se que no dije nada,
pero es que no quiero decir nada que yo no pueda pensar y decir de una sola vez.
nos vemos por ahi.

Unknown said...

a lxs ludditas nos sientan bien los mecanicos