Anigma

"En última instancia, nadie puede escuchar en las cosas, incluidos los libros, más de lo que el ya sabe. Se carece de oidos para escuchar aquello ante lo cual no se tiene acceso desde la experiencia" Nietzsche, Ecce Homo


A veces pareciera que el anocentrísmo nos une a todos. Pero la mierda sería el flujo par exelence. Y nuestros escritos son de utilidad: llaves de dilatación que encriptan enigmas hasta para nosotros, nos abren para encontrarnos, nos abren con los aliados, tendemos hilos. Allí está la funcion de la parodia bonovica iniciatica: en realidad no se inicia a nadie sino todo lo contrario, nos transformamos en los peces que mordieron nuestra linea. La magia está en micro-máquinas selectivas cargadas de nuestro deseo que actíva crisalidas en el aliado, quien no tardará en estropear la máquina para cagar un cuerpo bastardo jugosisimo en ritmos lúdicos. Así nos piden algo que justo era lo que disfrutamos, sin que deje de ser deseo de ellos. Y no hay ningún riesgo de que produzca efecto sin afinidad. Aquí deberíamos anal-izar el fenómeno de obturación de la escritura macumberica. Propiamente lo que produciría la ilusión de iniciación. ¿Porqué son imperceptibles estas letras? La atención vuela por cualquier lado mientras e esfinter es chocado sin abrirse. Los ojos ven aparecer una pared blanca cada vez que termina una palabra (pared que dura microsegundos cada vez). La sensación de no entender una palabra esconde algo más efectivo que la comprensión consciente: es la acción directa sobre el cuerpo que germina infra-pensimientos ovoidales dispuestos a carcomer cimientos de afectos fijados. Pero este anhelo no rompera el cascaron en cualquier lado. El engendro monstruoso se hizo robandole mucho de sí al huesped. Tampoco tendría gracia si este ultimo no experimentara nuevos territorios de placer.
El iniciado tiene la iniciativa, nosotros esperamos su creación (de aquí la apariencia de pasividad exhalada de nuestra paciencia). Esto último esconden los gerarcas de las sociedades secretas (o empresas), viles chupasangres que a diferencia del bonovianismo pisotean o desalientan la impertinencia de un pimpollo rebosante de nuevos juegos.

No hay niveles, podemos bailar como iguales.